Blancanieves es Carmencita, hija del torero Antonio Villalta y de la
bailaora Carmen de Triana, es criada por Doña Concha hasta que llega el día en
que tiene que dormir bajo el mismo techo que su madrastra.
La Verdú ejerciendo
de madrastra mala malísima (no odia la belleza de Blancanieves), está
excepcional, creíble, odiable, superlativa….
Yo no tenía ni idea de que iba, ni sabía que era muda y al poco tiempo de
ver algunas secuencias empecé a enmudecer.
Se te viene a la memoria inmediatamente
“The Artist” y otra portuguesa que vi
hace algunos meses: “Tabú”. Y, aunque sabemos que las comparaciones son odiosas, comparas
sin remedio, pero a medida que transcurre Blancanieves te das cuenta de que ya no
te acuerdas para nada de las dos anteriores.
Una gran película de un realizador desconocido para mí: Pablo Berger. Lo
atractivo de la cinta es que te hechiza, en pocos minutos ya formas parte
de esa Andalucía de los años veinte y ya
estás al lado de doña Concha y Carmen de Triana en el tendido del ocho aplaudiendo
la faena de Antonio Villalta.
Después, imágenes
maravillosas en blanco y negro que te llegan, que te tocan, que te fascinan, que
te provocan, que te emocionan y te vuelven a emocionar hasta que ves derramándose
la última lágrima de Blancanieves.
Una grandísima película, elaborada desde el sentimiento y para los sentimientos.
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