lunes, 22 de julio de 2013

Sangue do meu sangue



Un médico de los de antes, de aquellos que aún eran científicos y artistas y que se llamaba Abel de Lima Salazar decía, y decía muy bien: “Un médico que sólo sabe de medicina ni de medicina sabe.”  Es de la vida que nos interesa saber, y de la vida que tenemos que saber.  La felicidad sólo es posible a través de un profundo conocimiento de la vida y de nosotros mismos. “¿Quién sabe si vivir es estar muerto, y estar muerto vivir?” Es decir, para entender la vida  tenemos que entender la muerte. Lo que hace que la vida sea soportable no es  el amor que tenemos a la vida sino el miedo que tenemos a la muerte. ¿Y qué podemos hacer? Podemos vivir, la mayor parte de las vidas son como un reloj al que se le da cuerda  y funciona sin saber por qué. La vida de la mayoría de las personas es una lucha por la supervivencia, y la propia existencia,  con la certeza de perderla al final. La mayor parte de las vidas son penosas y preocupantes para quien las vive. Como un tambaleante sueño en el que las personas se distraen con pensamientos triviales, ambiciones mezquinas, deseos fútiles. Y entonces llega la pregunta…. ¿cuál  es el deseo de  esas vidas? ¿Vivimos para  qué?  Vivimos para apasionarnos. La vida sin pasión, por la profesión y por la propia vida, no tiene sentido.  Si no nos  apasionamos, no existimos, andamos de disculpa en disculpa para continuar viviendo. La vida no tiene sentido si no hay pasión. No estamos en este mundo para cumplir una formalidad. Estamos en este mundo para vivir. “Estamos hechos de sueños y nuestra pequeña vida está envuelta en sueño” Si no nos apasionamos no existimos…
 En la periferia de Lisboa se desarrolla este  melodrama familiar moderno al que  he visto de un tirón (tres horas), a destacar los abundantes planos secuencias y la narración (en varias ocasiones)  de dos conversaciones al mismo tiempo  y en el mismo plano.Y una curiosidad sobre una costumbre enraizada en el mundo moderno: En  la mayoría de las escenas hay un sonino de fondo procedente de una  televisión y normalmente son retransmisiones de un partido de fútbol.
En palabras del propio director la película habla sobre el amor incondicional … “el amor más profundo es el que no necesita razones para existir”.
La película no emociona, no es el clásico melodrama donde te esfuerzas para que  no salga la lagrimita, pero te mantiene sentado sin moverte y sin pensar en  refrescos, baño o kikos.
Quién me iba a decir a mí que vería, y que me gustaría,  este enorme culebrón ….


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