Pues una joya que de seguro pasó desapercibida en su estreno. Teatro dentro
del cine o cuatro personajes en busca de la sabiduría de Roman Polanski que camino ya de los 80 muestra un
cine en el más puro estilo artesanal: Buenos actores, buen guión, buen ritmo en
los diálogos y una buena historia cuyo tiempo prácticamente coincide con la
duración de la película.
Una pelea entre dos críos de once
años en un parque en plano fijo mientras vemos el reparto e inmediatamente estamos
en una casa donde dos matrimonios charlan
civilizadamente sobre el incidente protagonizado por sus respectivos vástagos.
Inteligente Polanski al presentarnos a los cuatro personajes en un plis plas
para después dejarnos ver la evolución de cada uno ante una confrontación
grotesca y al mismo tiempo de lo más actual. Y es que el alma humana tiene
profundas cavernas donde yace lo más simple: Su propia naturaleza.
La formas, el respeto, la urbanidad,
el compromiso…. todo eso se quiebra llegado el momento de que te toquen lo más
íntimo, y lo más íntimo es uno mismo, tu forma de vida, lo que haces y por qué
lo haces.
El acierto de Polanski es llevar la escena al terreno de la comedia,
intentar que la gente se vea reflejada
de algún modo en alguno de los 4 personajes o en algo de cada uno y llegue a reírse
de sí misma y a la vez de lo que ve durante el transcurso de la acción.
Cuando termina la cinta sabremos bastante de cada uno de los personajes que interpretan : Jodie Foster, John C. Reilly (el que veía llover ranas en la
memorable “Magnolia”), Kate Winslet y Christoph Waltz reciente ganador de un oscar al mejor
secundario por Django, aunque para el
recuerdo su memorable interpretación en “Malditos
bastardos”.
Bien, si cuando termine al peli, y
luego de haber pasado un buen rato viendo cine del bueno, somos capaces de
mirarnos un poquito hacia nuestros adentros por unos instantes, hacia ese dios
salvaje que todos llevamos dentro, entonces… habrá merecido aún más la pena.
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