Estamos inmersos en un modo de vivir, en el que, por diversas razones,
apenas valoramos lo que tenemos, esa cotidianidad, esas horas que se tornan insensibles
a fuerza de alejarnos de lo sensible, de nuestro yo, del saboreo continuo de
ese pequeño mundo que te rodea y que te ata a ti mismo y todas esas pequeñas o grandes cosas a las que apenas
les damos importancia.
Vivimos en la ansiedad permanente, en el deseo de lo no vivido aún, vivimos
a velocidad de vértigo sin observar lo inmediato, sin reconocernos siquiera,
sin mirarnos al espejo, sin dejar que aflore nuestra inocencia, nuestra capacidad
de asombro por lo más natural, la capacidad de crear a través de nuestro
sentidos…”Déjame tocarte con mis palabras porque mis manos yacen inútiles como
guantes vacios…
Película pequeñita, que pasará sin hacer ruido como lo hacen los propios protagonistas
a través de la cinta, pero maravillosa en su concepción, en su desarrollo y en
su mensaje.
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