domingo, 11 de noviembre de 2012

A los que aman



Dicen que a través de las palabras, el dolor se hace más tangible. Que podemos mirarlo como a una criatura oscura. Tanto más ajena a nosotros cuanto más cerca la sentimos.  Pero yo siempre he creído que el dolor que no encuentra palabras para ser expresado es el más cruel, el más hondo… el más injusto.
 Hay nubes grises que cogen su color al estar cerca de la luna. Hay nubes sin sombra. Hay nubes densas, blancas y brillantes cuyos bordes se tocan. Hay velos blanquecinos formados por cristales de hielo. Nubes como rebaños. Hay nubes negras como montañas oscuras, que en unos instantes cubren el cielo y anegan la tierra de lluvia….. 
 Nos enamoramos de una voz, de unos rasgos, de un gesto. ¿Por qué de una combinación precisamente de entre todas las del mundo? ¿Qué extraña alquimia hace que sea  esa y no otra? ¿Qué oculto atajo toma un alma que se abre camino hacia la nuestra?
 Cuando eres un niño nadie te dice que el amor puede ser tan ….. devastador.
 Hay lugares que encierran de una manera especial los momentos que hemos vivido en ellos, y cuando regresamos ahí están, listos para ser revividos, intactos, ¿sabéis cuándo la pasión se transforma en amor, y cuándo el amor en pasión, cuándo cruzamos la frontera que separa un ser del otro y no podemos regresar...?¿En qué momento cristaliza... en qué momento cualquier voluntad nos abandona, en qué momento el amor y dolor se mezclan tanto, tanto... que nadie ni uno mismo puede distinguir donde empieza uno y acaba el otro?
 Hay nubes como velo de cristal y nubes pesadas como castillos. Nubes que nos recuerdan la cara del ser que amamos y nubes con rostros que no queremos recordar. Siempre viví mirando al cielo y nunca encontré dos nubes idénticas. Así quiero morir. Mirando las nubes y buscando la pregunta a una respuesta que no conozco.








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