Supongo que será un fracaso comercial, que estará en cartelera pocos días y que será catalogada como una de esas pequeñas joyas que habitan en el olvido.
El argumento es simple: Un rudo albañil y una maestra rural que se enamoran. Y esa es toda la trama. ¿A quién va a interesarle semejante relato?
Es que en la forma de relatarlo está la cuestión, no se puede decir tanto con tan pocas palabras. Continuamente en sus diálogos emplean unas palabras cuando las miradas dicen otras distintas. Es maravillosa la escena, dónde sentados, los ojos del uno evitan los ojos del otro y miran cuando los ojos del otro no miran. Un juego de miradas que desemboca inevitablemente en un reconocimiento compartido de la atracción más irresistible.
O cuando toca el violín de espaldas a él y como posteriormente la música la rememora de regreso a casa, ¿se puede transmitir más con menos?
Una película que transmite fundamentalmente sensaciones y que lo consigue sobradamente, no sé si contribuyó a ello la relación que ambos protagonistas tuvieron años antes de realizarse la película. Magistrales Sandrine Kiberlain y Vincent Lindon.
Segunda película del desconocido para mí, hasta ahora, Stéphane Brizé que supo mostrarme el final de su película con bastante antelación pero con imágenes preciosas y una música exquisita.