Que te amen locamente pero no te crean debe ser, además de
mentira, bastante jodido. Que crean en ti más no te amen sí que es mucho más verosímil, esto
último es lo que le sucedió a Violette
Leduc con el amor de su vida, con su idolatrada
Simone de Beauvoir (“No se nace mujer, se llega a serlo….”).
De Simone de Bouvoir solamente he leído un libro (“La
invitada”) hace ya bastantes años, que por cierto me gustó mucho. Siempre sentí
fascinación por esta mujer, seguramente porque a uno le fascina aquello de lo
que adolece. Aún sigue fascinándome …. ¡Qué
difícil es el aprendizaje de la vida!
La compañera de
Sartre, su amor necesario, está interpretada por la gran actriz Sandrine
Kimberlain que prácticamente se come la pantalla cada vez que aparece. Y se
asoma fría, sin un rasgo de emoción
(solo el día posterior a la muerte de su madre muestra su sensibilidad cuando se
imagina a ella misma con el anillo de Agren, tal como feuilles mortes, en su último viaje hacia Montparnasse), sin un atisbo de ternura hacia
su protegida, no amiga, y es que
Violette no estaba hecha para tener amigas…… ¿verdad Simone?
Violette, la nunca amada Violette, “la bastarda” (así se
titulaba el libro con el que alcanzó la fama y la independencia económica), la
que necesitaba imperiosamente ser querida hasta visitar el mundo de la locura, es
interpretada por Emmanuelle Devos y está constantemente en pantalla.
El film es un homenaje espléndido hacia su figura, tal vez
olvidada, posiblemente nublada en el
recuerdo por el mito de Simone. El director, Martin Provost, nos ofrece a la
escritora tal cual fue en su vida y en sus propios libros, porque sus libros son
su propia vida: Un desierto que abrasa …..
El Castor no estaba cautivada por Violette, sino por lo que Violette
escribía sobre la mujer (“coja la pluma: sus gritos, sus lágrimas no la
ayudarán, su escritura sí”), por como
descubría y describía el mundo de la mujer, por cómo se atrevía en aquella
época a transgredir las fronteras férreas
e inasibles (“El pulpo en mis entrañas se estremecía”). La Beauvoir le
pasaba una pensión sólo para que escribiera sobre sí misma ( “Era la primera
vez que penetraba en la intimidad de la ropa interior masculina , mi mano
acariciaba un montón de ternura, tocaba la piel amada frágil como un párpado….), sobre el mundo femenino y admiraba no sólo lo
que decía, sino esa forma tan poética y tan noble de decirla
(“haced que venga, alguien que me preste su hombro aunque tome prestado el mío,
alguien que tenga su rostro cerca del mío, tengo que intercambiar mi inocencia
con ella”).
En la película aparece el personaje de su amigo Jean
Genet, y referencias a Albert Camus (
editor de su primer libro: ”La asfixia”), Cocteau, el editor Gastón Gallimard,
etc… más el eje de la película es ella.
Yo acabo de ver la película y en estos instantes aún sigo
viendo a Violette por esos prados donde solía escribir dando paseos interminables para volver más tarde, fervorosa,
a su pluma y papel. Quizás, ¿por qué no?,
más de una vez sentada en la dureza de la roca y besada por la brisa de
la tarde recordó la Barcarola de Pablo: ” Si solamente me tocaras el
corazón, si solamente pusieras tu boca
en mi corazón, tu fina boca tus ….”
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