sábado, 15 de febrero de 2014

Nebraska



Una persona que se encuentra en la postrera etapa de su vida inicia un viaje a Lincoln la  capital de Nebraska  para recoger un falso premio de un millón de dólares. En su andar  lleva por maletas dos fijaciones: Poder comprarse, al fin,  una  camioneta nueva y  satisfacer la  ilusión de dejarles algo a sus hijos antes de morir. 
 Bruce Dern es el viajero que una y otra vez sale de su casa para cruzar a pie las inmensas llanuras de ese Estado americano, ya que su mujer, June Squibb,  no le quiere llevar en su coche. Todos sus intentos son vanos pues uno de sus hijos se encarga de buscarle y hacerle regresar. Y es este hijo, Will Forte, quien toma conciencia de que es necesario dejarle vivir su locura y por ello se ofrece a llevarlo a Lincoln, la ciudad  donde recogería el supuesto premio.
 Cuando viajamos con ellos hacia Nebraska comprendemos que, si ya de por sí, la vida es una locura, ¿no es de locos no poder vivir eternamente?,  el fin de la misma no puede vivirse sino desde la misma perspectiva. Por eso, la demencia senil del viejo Woody, solo encubre su rebelión más vital ante el desastre de la existencia. Woody no esperará el fin de sus días en un centro de ancianos  tal como sugerían su mujer y su otro hijo (el presentador televisivo) sino que buscará en la aventura del millón, con el pretexto de sus dos fijaciones, el sentido a su tedioso amanecer.
El resto (resumible en una sola palabra: reencuentros) que es casi toda la película, lo veis y analizáis vosotros, pandilla de vagos.
 Un par de cosas más: La primera el director,  Alexander Payne,  por el cual tengo debilidad desde que le vi “Entre copas”, y que me parece que conjuga esa, difícil mezcla comedia- drama, de una forma muy sutil, muy creíble y muy honesta.  
La segunda la música: Extraordinaria. y envolvente.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario