Hace
meses vi “Un profeta”, un típico drama
carcelario de muy largo metraje y que me gustó muchísimo, me fijé en el
director, Jacques Audiard, y fue a través de él como llegué hasta “De óxido y hueso”.
Es la relación entre un discapacitada física y un
discapacitado para amar.
Ella es una domadora de orcas que pierde las piernas cuando
realiza su trabajo, él un rudo boxeador que,
con un hijo de pocos años, trata de enterrar su pasado entre golpes y mamporros en peleas ilegales.
Ella es Marion Cotillard la musa del cine actual, él Matthias Schoenaerts.
Ella muy delicada, él un salvaje.
La bella…
y la bestia.
Dicen que todos tenemos nuestro lado bueno y
nuestro lado malo y es esa deshinibición del lado menos atrayente de los
protagonistas lo que realmente realza sus personalidades tan opuestas.
La relación entre ambos se inicia debido al
accidente sufrido por ella, antes nunca les imaginaríamos conviviendo.
Porque……dónde va a ir esa mujer con un hombre así.
Pues va …..a presenciar como la bestia lucha
en peleas callejeras donde todo vale
para conseguir unos euros.
Va …a pedirle sexo porque
necesita experimentar después de quedar mutilada.
Le pide …..volver con él a la discoteca donde se conocieron pero ahora
mostrando sus piernas ortopédicas demandando un reconocimiento, exigiendo un
respeto.
El no pide nada, se deja llevar por sus
instintos, cuando pelea lo hace además de, por sí mismo, porque necesita ser.
Y es así como ella va siendo testigo de cómo él trata de cicatrizar sus heridas
mientras ve improbable que las propias
cicatricen alguna vez.
Y yo no veo romanticismo por ningún lado…..
sino dos seres que aún tratando de acercarse no se encuentran.