A
veces, cuando la noche dictaba su sentencia y Morfeo ya ejercía sin la más
mínima oposición, se levantaba silenciosa, cogía papel y pluma, y transcribía
una sensación, un sueño, una emoción, un sentimiento.
A
veces dejaba ver un hilo rojo, que nacía de su dedo meñique, que se prolongaba
hacia lugares remotos entre sueños y despertares.
Recuerdo
que una noche miró a la muerte y la llenó de vida, la destripó, la dejó a sus pies, yerta, ilusa, avergonzada......
Tal era la fuerza de los cientos de kilómetros en rojo.
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